Raúl jamás se recuperó de lo que había tenido que vivir cuando hizo su servicio militar obligatorio.
Durante el día él y sus compañeros eran sometidos a un adiestramiento intensivo y generalmnete de una crueldad sin límites, sometidos a humillaciones permanentes, porque así se “hace hombre, soldado”.
Si solo hubiera sido eso, sería hoy un recuerdo lejano, y quizá hasta alguna anécdota rondaría por sus labios. Pero a Raúl le tocó hacer el servicio militar en el año 78, y recordaba las veces que los subían al camión para "levantar a los subversivos", a quienes llevaban a los centros de detención, y luego de "obtener información" para que denunciaran a otros los trasladaban y los fusilaban.
En varias ocasiones se vió obligado con sus compañeros a ver cómo tiraban los cuerpos a una fosa común; todavía recuerda que en varias ocasiones le dió la sensación de que uno de los cuerpos se movía, pero pensó que si se lo decía a sus superiores, lo rematarían, y tal vez si no lo decía y realmente se había salvado, esa persona lograría escapar.
En uno de los francos, un fin de semana, se fue a pescar a Punta Lara, en las costas del Río de la Plata; de pronto escuchó el ruido de avionetas y se escondió entre los pastizales sobre el otro costado, donde estaba la selva marginal.
Desde allí, pudo observar cómo arrojaban cuerpos atados de pies y manos a las aguas del río. Pensó en varias ocasiones en denunciar lo que pasaba, pero ¿a quién dirigirse? Cómo hacer?Si sólo tenía 18 años... Quién lo iba a escuchar?
Siempre los amenazaban que no se les ocurriera abrir la boca y no dijeran nada sobre lo que sucedía, y les decían que eran patriotas porque estaban ayudando a limpiar el país.
Hoy Raúl tiene 52 años, es un hombre destruído, que armó su familia pero también la destruyó, roba dinero en las fiestas familiares a sus propios parientes, no puede dormir, perdió todos sus trabajos, y jamás ha podido superar aquellos momentos.
Me quedo contigo
Hace 4 años